Penyagolosa
Volvía a casa después de una larga temporada fuera, pero un WhatsApp de mi amigo Pablo fue suficiente para liarme en esta pequeña aventura y retrasar un par de días más mi vuelta a casa. Tenía muchas ganas de que me enseñara esa montaña de la que tanto me había hablado: Penyagolosa, la segunda cima más alta de la comunidad valenciana y un icono montañero de la zona.
Habíamos quedado al mediodía para poner rumbo a la montaña juntos; no nos importaba mucho el ir sin comer, solo nos importaba llegar a la cima antes del anochecer. Después de alguna que otra parada en el camino para disfrutar de un buen café y algunas (muchas) risas recordando momentos pasados, llegamos hasta la base del Penyagolosa.
Ahora sí, tocaba cargase la mochila y poner rumbo a la cima. Tras algún que otro sprint al más puro estilo Kilian Jornet, llegamos arriba apurando las últimas luces del día, pero vaya P**a locura ese momento, era increíble estar ahí contemplando los últimos rayos de sol fundiéndose con el azul de la noche. Brutal. Estuvimos disfrutando el momento hasta que la noche se nos echó encima y el frío casi congela nuestras neuronas.
Hacía más frío del que habíamos planeado, y el fuerte viento de esos días no ayudaba con la sensación térmica siberiana, así que tuvimos que abortar nuestro plan de hacer vivac en la cima. De esta forma, descendimos hasta el coche con nuestros frontales y montamos el campo base en el maletero del coche. Fue una romántica noche bajo la chapa de aquel Toyota Land Cruiser.
De madrugada, después de conseguir dormir algunas pocas (muy pocas) horas, nos volvimos a poner en marcha. Caminábamos en la noche hacia otro pico en el que ver amanecer y, tras un buen rato caminando, ahí estábamos los dos en una roca sentados contemplando cómo salía el sol mientras preparábamos café y compartíamos un bizcocho. Esos momentos son los que se guardan para siempre.
Aquí te dejo algunas imágenes de esos días, espero que las disfrutes :)